Una vez más el 11 de septiembre en Catalunya se ha convertido en algo más que una "fiesta" para este territorio. De nuevo, los independentistas han salido a la calle reivindicando todo lo contrario que resulta ser la Diada. Se han exhibido. Pero hasta tal punto que han olvidado lo que es la ética y el respeto por los demás.
Desde hace unos años, al pasear por algunas calles de la ciudad de Barcelona, nos encontramos que en ventanas, balcones y escaparates tienen colgada la bandera estelada, su bandera independentista por excelencia. Exhibiendo su orgullo de ser separatistas y no querer saber nada de España, de los catalanes, los "malos catalanes" según Carme Forcadell, y del resto de españoles.
En la Diada de la Mercé del año pasado, la mano derecha de Ada Colau, el argentino Gerardo Pisarello, colgó una estelada en el balcón del ayuntamiento de la Ciudad Condal ante el enfado de los políticos constitucionalistas. Mientras, la alcaldesa, observando que la estaban enfocando con una cámara de televisión, se retiró para que no viéramos su disposición por mantener esa tela colgada en una de las columnas del consistorio. Por supuesto, los independentistas sonreían y se enorgullecían por lo ocurrido.
Cada 11 de septiembre, la Diada, la fiebre independentista sube de temperatura hasta llegar al punto de ebullición. Exhiben sus esteladas al grito de que nada ni nadie los va a parar en su camino a separarse de España. Llenan, cada vez menos, calles, plazas y pueblos pequeños de Catalunya mientras demuestran su odio a todo lo que sea español y no independentista.
Pero esta exhibición has traspado límites insospechados. Ha llegado a sobrepasar lo soez, lo absurdo e, incluso, la linea de la legalidad. Algo inexplicable, fuera de la ley, un aquí vale todo con tal de hacerse ver. El ser "princesa" por cinco minutos. Aunque con las redes sociales, estos minutos se convierten, incluso, en años.
Unos dicen que puede ser el actor independentista Toni Albà, gran incitador al odio y todo lo que tenga que ver con España y los no independentistas. Otros comentan que tiene una fisonomía muy parecida a Albà, pero que no es el artista el que está desnudo. La cuestión es que la foto no deja indiferente a nadie. Este personaje, quien quiera que sea, ha ido más lejos: desnudarse de forma integral en una de las manifestaciones de la Diada, incluso, frente a niños y adolescentes. Exhibirse frente a menores de edad. No ha tenido ningún reparo y ningún àpice de vergüenza en hacerlo. Tampoco el fotógrafo independentista Jordi Borràs, que es quien ha subido la foto a Twitter. Este pone las narices en muchas cosas, especialmente en movimientos de ultraderecha, así reza su cuenta en esta red social, y contra todo lo que vaya en contra del independentismo. A veces, incluso, con grandes meteduras de pata.
Preguntado sobre el tema a un abogado, este ha comentado que la situación podría considerarse delito según el Código Penal. Así, en el CAPÍTULO IV titulado "De los delitos de exhibicionismo y provocación sexual", el artículo 185 dice lo siguiente: "El que ejecutare o hiciere ejecutar a otra persona actos de exhibición obscena ante menores de edad o personas con discapacidad necesitadas de especial protección, será castigado con la pena de prisión de seis meses a un año o multa de 12 a 24 meses.". Como todos sabemos, esto quedará en una anécdota y ningún juez o policía se meterá en este asunto. No siquiera lo rozarán. Quedará como una payasada más de un independentista, un enfermizo incitador al odio, postrado ante sus amos y señores a los que obedece con devoción y pleitesía.
Los independentistas, tanto políticos como asociaciones afines al Govern separatista de Catalunya, se han extralimitado en varias ocasiones traspasando la ilegalidad como lo ocurrido el 9 de noviembre de 2014, la consulta separatista. Pero lo citado con anterioridad ni siquiera tiene un nombre para poderlo explicar tanto a nivel nacional como internacional. Lo malo es que son los catalanes, y no los independentistas, los que pasan vergüenza ajena con lo ocurrido.
En la Diada de la Mercé del año pasado, la mano derecha de Ada Colau, el argentino Gerardo Pisarello, colgó una estelada en el balcón del ayuntamiento de la Ciudad Condal ante el enfado de los políticos constitucionalistas. Mientras, la alcaldesa, observando que la estaban enfocando con una cámara de televisión, se retiró para que no viéramos su disposición por mantener esa tela colgada en una de las columnas del consistorio. Por supuesto, los independentistas sonreían y se enorgullecían por lo ocurrido.
Cada 11 de septiembre, la Diada, la fiebre independentista sube de temperatura hasta llegar al punto de ebullición. Exhiben sus esteladas al grito de que nada ni nadie los va a parar en su camino a separarse de España. Llenan, cada vez menos, calles, plazas y pueblos pequeños de Catalunya mientras demuestran su odio a todo lo que sea español y no independentista.
Pero esta exhibición has traspado límites insospechados. Ha llegado a sobrepasar lo soez, lo absurdo e, incluso, la linea de la legalidad. Algo inexplicable, fuera de la ley, un aquí vale todo con tal de hacerse ver. El ser "princesa" por cinco minutos. Aunque con las redes sociales, estos minutos se convierten, incluso, en años.
Unos dicen que puede ser el actor independentista Toni Albà, gran incitador al odio y todo lo que tenga que ver con España y los no independentistas. Otros comentan que tiene una fisonomía muy parecida a Albà, pero que no es el artista el que está desnudo. La cuestión es que la foto no deja indiferente a nadie. Este personaje, quien quiera que sea, ha ido más lejos: desnudarse de forma integral en una de las manifestaciones de la Diada, incluso, frente a niños y adolescentes. Exhibirse frente a menores de edad. No ha tenido ningún reparo y ningún àpice de vergüenza en hacerlo. Tampoco el fotógrafo independentista Jordi Borràs, que es quien ha subido la foto a Twitter. Este pone las narices en muchas cosas, especialmente en movimientos de ultraderecha, así reza su cuenta en esta red social, y contra todo lo que vaya en contra del independentismo. A veces, incluso, con grandes meteduras de pata.
Preguntado sobre el tema a un abogado, este ha comentado que la situación podría considerarse delito según el Código Penal. Así, en el CAPÍTULO IV titulado "De los delitos de exhibicionismo y provocación sexual", el artículo 185 dice lo siguiente: "El que ejecutare o hiciere ejecutar a otra persona actos de exhibición obscena ante menores de edad o personas con discapacidad necesitadas de especial protección, será castigado con la pena de prisión de seis meses a un año o multa de 12 a 24 meses.". Como todos sabemos, esto quedará en una anécdota y ningún juez o policía se meterá en este asunto. No siquiera lo rozarán. Quedará como una payasada más de un independentista, un enfermizo incitador al odio, postrado ante sus amos y señores a los que obedece con devoción y pleitesía.
Los independentistas, tanto políticos como asociaciones afines al Govern separatista de Catalunya, se han extralimitado en varias ocasiones traspasando la ilegalidad como lo ocurrido el 9 de noviembre de 2014, la consulta separatista. Pero lo citado con anterioridad ni siquiera tiene un nombre para poderlo explicar tanto a nivel nacional como internacional. Lo malo es que son los catalanes, y no los independentistas, los que pasan vergüenza ajena con lo ocurrido.
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