martes, 28 de marzo de 2017

El Putsch del Parlament

Foto: RTVE
La desconexión de España por parte de los independentistas sigue su curso. Entre mentiras, amenazas, victimismo, prepotencia y acusando a España de ser el enemigo a derrotar por Cataluña, dígase independentistas que no catalanes, esta gente no deja de mirarse el ombligo. Los separatistas ya tienen preparado y guardado en el cajón un golpe de Estado que puede hacer mucho más daño al Govern que al mismo Estado español, como así llaman ellos a España.

Podría denominarse el Putsch de Cadaqués. Todos sabemos el guateque que montaron el 'sexto Beatle' Carles Puigdemont y su compañía en esta localidad, dejando claro que les importa bien poco los catalanes y Cataluña. Mientras, tienen a la masa independentista como algo maleable por parte de estos denominados políticos. Pero este momento también se podría bautizar como el Putsch del Parlament. Lugar, en teoría, de todos los catalanes, donde se firman y se han firmado los pactos entre independentistas para desestabilizar Cataluña y desconectar de España. O llámese como cada uno quiera. Todo ésto para acrecentar el odio entre ambos territorios y en contra de toda idea para mejorar la tierra catalana. Con todo, antes de continuar con la reflexión de lo que ocurre con el Govern independentista, hagamos un poco de Historia (esto de revolver asuntos históricos les encanta a los separatistas) y, así, entender algo mejor el título de este post. 

El 8 y 9 de noviembre de 1923 se produjo un golpe de Estado comandado por Adolf Hitler que tendría grandes repercusiones en la historia de Europa. Fue el llamado Putsch de la Cervecería. Todo comenzó en la cervecería Bürgerbräu Keller, en la ciudad bávara de Múnich. Su plan consistía en llevar a cabo un sistema parecido al de Italia, por el cual formaría una república independiente en Baviera para enfrentarse a la República de Weimar en Berlín. Durante el juicio, Hitler dejó claro que el gobierno federal en Berlín había traicionado a Alemania al firmar el Tratado de Versalles, y justificó sus actos al sugerir que existía una clara amenaza comunista para Alemania. ¿Suena de algo toda esta historia?


Foto: El EspañolLa maquinaria independentista está formada por Carles Puigdemont, Oriol Junqueras, Carme Forcadell, Francesc Homs, Artur Mas y una larga lista de voceros, de procesados e imputados por distintos casos de corrupción y de desacato al Tribunal Constitucional, la Constitución Española y el Estatut de Cataluña. Constituido por un grupo de mentirosos compulsivos y socios anticapitalistas abrazados al capitalismo más corrupto, y algunos que no saben ni lo que son, pero que se apuntan al carro por si consiguen mendigar algún trozo del pastel separatista. Asociaciones y medios, algunos en quiebra aplastante, bien subvencionados, todos con un interés en común: destrozar y hundir Cataluña y culpar de todo a España. La excusa perfecta para poder separarse, como si ésto fuera el juego del Risk, y crear su país imaginario. Independentistas que critican a España todo lo que ellos mismos hacen y dicen contra catalanes y españoles en Cataluña.

"España es el enemigo a derrotar" (Carme Forcadell), "Los invasores serán expulsados de Cataluña" (Carles Rahola, tío abuelo de Pilar Rahola, y, citando dicha frase en su discurso de investidura, Carles Puigdemont); "en España se persigue a la gente por sus ideas" (Artur Mas), "Adiós España, con su pan se lo coman" (Joan Tardà), "estamos muy convencidos de lo que estamos haciendo, lo podemos hacer como decía el presidente Puigdemont, con toda la legalidad..." (Marta Pascal). Todas estas perlas y una larga lista interminable de ejemplos independentistas con misivas cortas, comprensibles, directas y muy repetitivas para que a sus súbditos, jaleados hasta la extenuación, les encaje bien en la cabeza. Todo y todos siguiendo al pie de la letra la Teoría de Goebbles.

El golpe de Estado está en marcha. Carles Puigdemont, marioneta de Artur Mas, se cree la reencarnación del malogrado Lluís Companys. Oriol Junqueras, entre bambalinas, maquina en silencio como conseller de Economía (comenzó con Mas) y futurible primer president de la república independentista, imita a Artur Mas cuando también fue conseller en la era de Jordi Pujol. Los independentistas ya no escuchan a nadie. Se creen la tierra prometida y que un Moisés independentista les abrirá las aguas para caminar entre ellas hacia un futuro separatista. Siguen en sus trece subidos a un tren a toda velocidad el cual no tiene frenos. La vía no es recta, pero a ellos no les importa, ni siquiera, descarrilar. Poco les interesa que ésta tenga fin y haya un muro delante o un precipio en el que todos están abocados al fracaso y a la miseria. Algunos por decisión propia y otros, los que ellos consideran los malos de la película en Cataluña,  al ser arrastrados por el egoísmo y el interés independentista. Todos somos los malos, todos los perseguimos. Ellos son las únicas víctimas y los salvadores de una patria imaginaria. No quieren unirse a los demás para rescatar a una Cataluña que se encuentra dividida, y sin un atisbo de reconciliación, entre independentistas y no independentistas.

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